Los drogadictos también sufren.
Pero no sólo ellos lo pasan mal, sino también los alcohólicos, los que juegan a las máquinas tragaperras, los adictos al trabajo y en general todos los que tienen alguna adicción lo pasan mal aunque mucha gente los critica, los desprecia. Parece que desde tiempos antiguos la sociedad ha dejado de lado o ha marginado los que tienen alguna enfermedad o sufren algún trastorno del tipo que sea. Ya en tiempos de Jesús es separaba a la gente que tenía la lepra, eran apartados de los pueblos, reducidos en una pequeña extensión de terreno y dejados de la mano de Dios.
Nadie los atendía porque se podía contraer la enfermedad pero lo más doloroso era su soledad y la acusación que se les hacía de pecadores, por haber tergiversado algún mandamiento religioso. Hoy día tenemos tendencia a reírnos de situaciones o normas que vivía la gente de hace varios años, nos parece que ya lo hemos superado pero resulta que aún hoy dejamos de lado, a pesar de no ser de la misma manera a la gente que tiene una enfermedad o que tiene una situación difícil y no digamos si tienen una adicción vista como muy negativa. Entonces procuramos "no contaminarnos" y seguir puros, y muchas veces los hacemos sentir culpables de lo que les pasa. Si beben es porque son personas con poca voluntad o que no saben afrontar los problemas, o con poca consistencia interna. Y si se gastan la paga en el juego los miramos como personas injustas y poco amorosas con la familia.
No se puede defender las adicciones como tales, ni verlas como algo que es inofensivo, aunque sea la adicción al trabajo pero hay que ponerse en la piel de las personas que las viven, y éstas sí que es necesario que sean aceptadas y respetadas. No se puede negar que sufren aunque puedan hacer ver que no les pasa nada. Han perdido una parte de su libertad o capacidad de decisión frente a alguna situación que las supera. Incluso han perdido confianza en sí mismas. Y muchas de estas situaciones son de orden psicológico profundo que las mismas personas pueden no conocer. Las tenemos que ayudar sin dejarnos dominar por su adicción ni protegerlas como niños pequeños. Pueden reaccionar si tienen ayuda, pueden luchar si se sienten apoyadas pero hay que entender que su camino no es fácil. Tampoco lo es el de las personas que están a su lado que deberán protegerse de los exabruptos de la adicción y de las demandas fuera de lugar que reciban y que pueden destruir o coartar su vida.
Eduard Fuentes, psicólogo.