Desde la psicología y la experiencia personal, qué entendemos por alegría?
La alegría es de aquellos sentimientos que podemos idealizar y banalizar, que lo podemos vivir como algo separado del dolor y el desánimo, o que podemos vivir como algo fácil y escurridizo que hay que adquirir o mendigar para vivirlo. A lo largo de los años la alegría ha sido presentada como algo flojo, efímero o que no estaba demasiado de acuerdo con una vida seria, respetuosa o incluso evangélica. Afortunadamente ahora ya no es así. Hoy en día nos hemos pasado al otro extremo y mucha gente cree que hay que estar alegres, que ante las dificultades tenemos que poner buena cara, no tener miedo y olvidarse de los momentos tristes y complicados ... como si alegría y dificultades no pudieran ir juntos o como si la alegría fuera algo fugaz, asociado a risas y desenfrenos. Desde la psicología profunda sabemos que difícilmente encontraremos en la vida estados puros, ni sentimientos que no sean contradictorios. Diría que actualmente cada vez se ve más claro que uno puede amar y odiar en cierto modo a una persona, que podemos querer una cosa y hacer otra. En otras palabras, en nuestro mundo inconsciente hay mezcla de sentimientos, de certezas y dudas, de alegría y desánimo. Lo importante, sin embargo, se pudo recoger y acoger lo que nos pasa, poner nombre y ver si es adecuado y conforme a nuestra manera de ser, en nuestro vivir, a nuestras expectativas más o menos profundas y conscientes.
Los diccionarios consultados coinciden a la hora de decir qué es la alegría: un sentimiento o emoción que nace generalmente de una viva satisfacción del alma, que tiene que ver con algo favorable y deseado, relacionado con experiencias presentes, placenteras y que se manifiesta en signos externos de satisfacción: cara, palabras, movimientos corporales, forma de atender y relacionarse con los demás ...
Y cuando buscamos qué podemos entender por satisfacción, leemos que es lograr algo deseado aunque muchas veces no ha sido como esperábamos. Y aquí radica una de las claves de la alegría: poder vivirla en medio de la insatisfacciones, la frustración o el desánimo. Pero no como antídoto a nuestro malos sino como experiencia de aceptación de la realidad y de sentirse bien dentro de la propia piel, dentro del mundo que nos ha tocado vivir. Como decíamos en el primer párrafo esto significa poder captar elementos positivos, tener deseos y disfrutar de las cosas más allá de si todo va como nosotros queremos o no, más allá de si hay dolor, tristeza o vergüenza.
Cuando hablamos de alegría estamos hablando de estilo de vida, de manera de enfocar los problemas y de qué valores priorizamos. En el momento que priorizamos la alegría como solución de nuestras dificultades, en el momento que la hacemos un absoluto que hay que conseguir al precio que sea, estaremos buscando momentos simples, situaciones sin consistencia que nos hagan creer que todo va bien, que no hay que sufrir ni preocuparse de nada. Pero de repente nos podemos dar cuenta que no crecemos, que no somos libres, que estamos pegados a futilidades y que todo es un engaño. Tal vez entonces será el momento de tomar conciencia de que ha habido muchos agua de borrajas que nos han hecho creer, o nos hemos querido creer que todo era fácil, previsible y coherente con nuestros deseos. Cuando la alegría es sólo exterior, superficial nos puede pasar como a los ingleses que están enfadados con los hombres o mujeres del tiempo para que este no es previsible, porque no pueden organizar con seguridad sus fiestas o sus momentos de ocio !!!
La alegría surge cuando podemos elaborar, "digerir", el dolor, las frustraciones que nos trae la vida y que nos hacen dar cuenta de la realidad, salir de nuestro amor propio y ser cada día un poco más libres, algo más flexibles y gozosamente responsables.
Nos da alegría encontrar personas que viven contentas, que se les ve llenas de fuerza y con ganas de vivir. No es que se la alegría se contagie sin más, ya que entonces estaríamos hablando de una alegría superficial, sino que la alegría plena y vivida del otro nos estimula a seguir buscando lo que nos da paz, sentido y nos hace sentir bien con nosotros y con la Vida. Y cuando nos sentimos bien con nosotros todo nuestro ser en cuanto fiesta, el cuerpo con sus biorritmos y funcionamiento equilibrado, nuestra psique haciendo frente a la novedad del cada día de manera adecuada, y nuestro espíritu o yo más profundo encontrando sentido y dejando florecer en nosotros aquellas chispas de vida que necesitan un humus adecuado para tomar cuerpo.
Los clásicos griegos y como exponente médico de estos Hipócrates decían que no hay tanto enfermedades como enfermos y que cuando tenemos una enfermedad no es sólo el cuerpo que no se encuentra bien sino que es toda la persona la que está afectada. Cuando en la persona hay pérdida de armonía, cuando hay un desequilibrio éste se produce en la conciencia, se muestra en el cuerpo, y los signos externos son la manifestación o realización de los procesos y cambios de la conciencia, del mundo interior. Enfermedad significa pérdida de armonía o trastorno de un orden hasta ahora equilibrado, y si una de las funciones del cuerpo se perturba, la armonía del conjunto se rompe y toda la persona se resiente ... y podríamos decir que la alegría sale perjudicada y nos ciertos momentos puede ser distorsionada.
La armonía viene dada por la adecuación a la realidad, a mi realidad, a vivir lo posible, poder disfrutar de los momentos bonitos que se me ofrecen. La armonía que lleva alegría tiene mucho que ver en la relación con los demás, de disfrutar de la compañía y estimación que nos rodea, según podemos leer en los escritos que se ofrecen en esta revista. Podemos leer que personas del Tercer Mundo o personas con ciertas deficiencias pueden vivir
con más gozo y alegría que muchos de nosotros que tenemos muchas cosas y nos sobran aún más.
La relación con los demás, el sentirse querido o vivir en un ambiente de estimación, reconocimiento y aceptación nos puede llevar a vivir con más alegría que no el tener cosas, o hacer cosas para conseguir otros si no acompañadas de comprensión, valor y estima. Sin embargo la alegría no significa estar siempre juntos con los otros o decir palabras bonitas sin más, sino que también se puede dar en momentos de soledad o de trabajo personal, como le ocurre en este momento a quien suscribe este artículo. Ahora puede disfrutar expresando por escrito lo que hace días ha ido estudiando, captando y descubriendo.
Para terminar queremos remarcar que la alegría como la felicidad no son nunca cumplidas y que en momentos de dolor o enfermedad podemos vivir oasis de alegría en compartir penas o momentos bonitos aunque debemos reconocer que en ciertas situaciones puede ser muy difícil. También queremos subrayar que la alegría es fruto de una experiencia interna, de una lucha, de una plenitud, ya sea musical, social, laboral o de sentido de vida. Nos atreveríamos a decir que es una experiencia espiritual en el sentido más amplio. Una experiencia que no depende tanto del valor de las cosas o de la relevancia social que le damos, como de la capacidad de alcanzar deseos de acuerdo con la realidad y de renovar el dinamismo y la fuerza interior de la persona.
Eduard Fuentes, psicólogo.